lunes, 25 de octubre de 2010

Te regalo mis pestañas

Y es sincera la misma realidad de convencerte. El querer eterno el silencio de mi habitación, a la luz de una lámpara oculta entre pañuelos rojos...posar las pestañas sobre tu pecho y encadenarlas como si no fueran mías, te las regalo, porque mis ojos ya no las quieren.
Y cada uno en su mente va montando espirales de vida consumida por el tic-tac de la espera.
Aspira hondo, y el aire, que tu boca calienta, llega a los pulmones; te guardas el oxígeno y expulsas un aliento inútil, lo dejas escapar...y se enfría más rápido que mi corazón.
Tras segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y año solo hemos conseguido mantener una gota del comienzo y la conservo en mis húmedos ojos y se conserva en los tuyos cada vez que te miro fijamente en ese silencio de una tenue lámpara, de unas pestañas encadenadas, de una espiral mal construida.